Regalos del sur

Como seguro sabrás, hay muchos rincones del mundo donde las mujeres apenas tienen visibilidad pública, y diariamente se enfrentan a multitud de problemas incluso para lograr algo tan sencillo como poder trabajar. Para muchas de ellas, que viven en sociedades fuertemente patriarcales, la artesanía es una auténtica herramienta de empoderamiento. Les permite, sin ir más lejos, producir objetos que luego pueden vender para conseguir algo de dinero con el que mantener a sus familias. Pero es que, además, a través de cestos, bolsos o joyas creadas por ellas mismas consiguen transmitir historias ancestrales y mitologías en las que las mujeres eran protagonistas.

Un caso muy claro de empoderamiento femenino a través de la artesanía es el de los pueblos indígenas de Latinoamérica. Aquí, hay saberes artesanos enteramente dominados por mujeres, como sucede con la técnica del tejido: son ellas las que, según la tradición, deben preparar las fibras naturales y luego trabajar con ellas para crear el producto final. De este modo, consiguen mantener a los hombres fuera de ese reducto que les pertenece.

Seguro que habrás oído hablar de las mochilas wayúu. Proceden del pueblo del mismo nombre, que habita La Guajira colombiana, y hoy por hoy son piezas de absoluta tendencia vestidas incluso por celebrities de Hollywood. Pero lo que quizás no sepas es que la leyenda cuenta que fue una divinidad en forma de araña la que les transmitió los conocimientos para manejar telares. Esas antiguas cosmogonías siguen siendo utilizadas por las mujeres indígenas para dominar este sector, y resultan un claro ejemplo, de nuevo, de cómo la artesanía les permite tener un papel destacado en ciertos aspectos de la vida pública de sus sociedades.

Sabéis que soy una amante de los viajes, y que siempre intento traerme de ellos algún detalle verdaderamente bonito y original para mis amigos y familiares. Hace un tiempo recorrí Latinoamérica y allí me enamoré de los objetos indígenas. Supongo que sabéis que, a pesar de siglos de colonización española sobre esa parte del territorio, las culturas nativas siguen teniendo una enorme fuerza en países como Bolivia, Ecuador, Perú o México. Y a pesar del empuje de los productos fabricados en serie que llegan masivamente de Asia, esas tradiciones siguen resistiendo como marca tradicional de numerosos pueblos.

En estos Estados, comunidades con señas de identidad muy marcadas producen objetos verdaderamente maravillosos, marcados por su colorido y porque a menudo en sus decoraciones reflejan historias míticas que nos hablan de una manera determinada de ver la vida, o bien decoraciones vegetales y animales que indican el lugar de donde proceden. 

Entre los regalos que nunca faltan en mi maleta cuando visito Latinoamérica están las camisas bordadas. Forman parte de la vestimenta tradicional de las mujeres indígenas pero a mí me parecen ideales para combinar con unos sencillos vaqueros y aportar el toque étnico. En general se fabrican en algodón y otros tejidos naturales, a menudo en color blanco, que contrasta de una manera preciosa con las tonalidades vibrantes de los bordados a mano.

También me parecen fascinantes los bolsos y carteras. Entre estas últimas, las producidas en Chiapas, en México, son una verdadera maravilla, porque acostumbran combinar los motivos florales con tejidos geométricos antiquísimos. Los bolsos de Perú o Colombia también son regalos que encantan a todo el mundo, porque tienen una factura de gran calidad que los hace muy resistentes, y presentan una decoración variada y marcada por el colorido, con una originalidad imposible de encontrar en otras latitudes.

En mi post de hoy quiero hablaros de regalos tanto del norte como del sur, llegados de países muy diversos y concretados en un punto único de la geografía que, además, a mí me queda muy cerca: Santiago de Compostela. Me estoy refiriendo a Arteysan, una feria artesana diferente, puesto que combina la venta de productos hechos a mano con exhibiciones en vivo, gastronomía, talleres y otro gran número de actividades diversas. Es además una fabulosa oportunidad, por si todavía no lo conocéis, de acercaros al Monasterio de San Martiño Pinario, un rincón precioso y cargado de historia en el corazón de la capital gallega. La entrada es gratuita, por lo que no os costará nada conocerlo. 

Arteysan se celebra este año entre el 7 y el 17 de julio, cuando en Santiago ya hace un tiempo agradable y apetece estar por la calle disfrutando de planes originales. Va a reunir a creadores de países muy diversos. El año pasado fueron de hasta noventa Estados diferentes. Por eso justamente es por lo que me ha parecido un evento perfecto para este blog, ya que os dará numerosas ideas de regalos para vuestros amigos, familiares o para vuestros propios caprichos. En él encontraréis desde trabajo del cuero hasta preciosos cuadernos artesanales, piezas en metal... Si, además, os interesa saber cómo se fabrican, estáis de suerte, porque el evento incluye más de treinta talleres para niños y adultos, la mayor parte gratuitos.

Y para llenar el estómago entre stand y stand, la organización ha previsto toda una serie de degustaciones, por supuesto también de productos artesanos. Anótalo en tu agenda para que no se te pase: este verano, tienes una cita con la artesanía y los regalos del mundo en Santiago.

En ese sur que es para mí todo lo que quede más abajo de Galicia, mi tierra, realicé hace un par de meses un viaje a Córdoba, una ciudad que me encanta. Fue allí donde descubrí la filigrana, una técnica de joyería con milenios de historia pero de la que no había oído hablar hasta entonces. Parada de uno de los talleres de joyería del casco antiguo, su amable propietaria me explicó cómo se fabricaban los hermosos brazaletes y pendientes que decoraban su escaparate.

Se trata de una técnica milenaria que en España se desarrolló sobre todo durante los ocho siglos de presencia árabe. Consiste en unir hilos extremadamente finos de oro y plata para acabar creando todo tipo de piezas con patrones bastante intrincados que recuerdan a un encaje más que al metal. El resultado son piezas de una enorme sofisticación, que me parecen ideales para todo tipo de ocasiones, puesto que además están en casi todas las formas posibles: redondas, espirales, en forma de gota... Se trata de un tipo de trabajo con milenios de historia, pero que a mí me sigue pareciendo ideal en pleno siglo XXI. La filigrana ha apasionado a egipcios, etruscos, romanos y hasta indígenas latinoamericanos, pues cuando los españoles llegaron al Nuevo Continente se encontraron con impresionantes trabajos en oro realizados por los mixtecos.

Como me explicaba la joyera cordobesa, es un trabajo que requiere gran paciencia y minuciosidad para insertar cada uno de los hilos y crear una composición equilibrada. Se puede elaborar de diversas maneras. La más tradicional es el trabajo abierto de filigrana, que se hace sin soporte, colocando unidades livianas de alambres dentro de otros más pesados. Todo ellos se unen a través de soldaduras ubicadas estratégicamente en distintos puntos de contacto. Otros artesanos prefieren trabajar con soportes y mallas que simplifican la construcción y el soldado. Incluso se pueden agregar al metal otro tipo de elementos para conseguir resultados ciertamente originales: los esmaltes, la resina...

La filigrana consigue, con un gasto mínimo de material metálico, obtener formas verdaderamente extraordinarias y originales. Ello hace que podamos comprar estas piezas por un precio muy asequible, aun cuando el aspecto externo es de absoluta sofisticación. Por todo ello, me parece un tipo de joyería perfecta como capricho o para regalo, pues estoy segura de que obsequiando un colgante o unos pendientes de filigrana vais a acertar seguro.

Tenemos el Carnaval a la vuelta de la esquina, y aunque este año probablemente ya no os dé tiempo a haceros con una de ellas, os dejo una recomendación para que en 2017 seáis los más originales de esta celebración: las máscaras de Carnaval colombianas. No penséis en un simple antifaz o en las delicadas versiones venecianas: las máscaras colombianas están marcadas por el colorido y por la atención que prestan a los elementos locales. Realizadas tradicionalmente en madera, en ellas podemos encontrar, por ejemplo, numerosos animales propios de la fauna local y referencias a su entorno selvático.

Si algo me gusta de estas máscaras es que en ellas se fusionan los elementos del propio Carnaval, traído de España, con los colores y las formas indígenas, de tal modo que al final lo que tenemos es una mezcla de tradiciones que hace que se trate de piezas verdaderamente singulares, imposibles de encontrar en otros países.

Algunas de estas piezas se crearon como símbolos de rebelión frente a la dominación española. Es el caso de las del Carnaval del Perdón, donde se incluyen máscaras que reflejaban el inconformismo de los nativos, que a través de ellas les hacían muecas a los españoles como signo de rebeldía. 

Las máscaras colombianas no se reducen únicamente al Carnaval. Hay artesanos que las siguen fabricando para reflejar, por ejemplo, propiedades sanadoras o permitir a los chamanes que entren en contacto con los espíritus. Si podéis haceros con una de ella no lo dudéis: siglos de historia y de simbología se contienen en cada pieza.

Tengo países predilectos en los que podría quedarme durante días rebuscando en sus mercados para encontrar regalos. Y sin duda, Colombia es uno de ellos. No solamente para mí, sino para las miles o millones de personas que cada año se sienten fascinadas por toda su producción hecha a mano. Es tan variada y bonita que parece imposible que toda ella provenga de un mismo país. Por eso, en este post me gustaría centrarme en dos de los productos colombianos que alguna vez yo misma he regalado porque me han sorprendido o gustado especialmente.

Las primeras son, sin duda, las mochilas wayuu. Se llaman así por la etnia del mismo nombre que las produce. Llevan haciéndolo durante siglos, pero hace unos años comenzaron a usarlas las celebrities de medio mundo, y desde entonces las podemos ver en las calles de las grandes ciudades. Se caracterizan por dos elementos distintivos: su tira para llevarlas, muy ancha y hermosamente decorada, y el vibrante colorido de las piezas, generalmente con motivos geométricos (aunque también hay algunas que son lisas y más sobrias). Pero además de su belleza, las mochilas wayuu destacan por su gran calidad, pues son trenzadas a lo largo de varios días y resultan enormemente resistentes.

Mi segunda pieza fetiche son las vajillas del Carmen. Un objeto aparentemente tan cotidiano se convierte en el caso de Colombia en una verdadera obra de arte en forma de platos, jarras o jofainas. Vienen de la región de El Carmen de Viboral,de ahí su nombre. Se trata de una zona muy rica en materias primas, en la que se ponen en práctica técnicas como el colado, el vaciado y el torno. El resultado son piezas de todo tipo, desde pocillos hasta salseros, que se pintan a mano con esmalte y pinceles. Me gustan especialmente las piezas que se inspiran en elementos naturales, puesto que la geografía colombiana es tanto o más rica que su artesanía: margaritas, tréboles, girasoles... Los colores acostumbran ser muy llamativos, y como cada elemento se hace a mano, es imposible encontrar una vajilla del Carmen igual a la otra.

Así que ya sabéis, si tenéis la oportunidad de viajar a Colombia, recordad traeros en la maleta estos regalos para vuestros amigos y familiares. Estoy segura de que les encantarán.

La artesanía mexicana es colorido vibrante y enorme sincretismo: en sus piezas se mezclan referentes indígenas, europeos y cristianos para crear piezas enormemente singulares, imposibles de encontrar en otras partes del mundo. En un mismo objeto podemos encontrar referencias a la vida cotidiana, a la Santa Muerte y a las tradiciones nativas del país, algo que desde fuera podría parecernos incongruente pero que adquiere todo su sentido en un país que es, por definición, indefinible.

Entre los referentes que se repiten en la artesanía mexicana, la figura de Frida Kahlo es uno de los más habituales. La atormentada artista, pareja de Diego Rivera, es muy conocida fuera de México y un icono en su país natal. No sorprende por tanto que, en el contexto de la variada producción artesana mexciana, aparezca repetida en numerosos objetos. Sin duda su azarosa vida y su rompedor pensamiento siguen siendo muy atrayentes.

Las miniaturas son uno de los objetos donde la figura de Frida es recurrente. Se trata de pequeñas cajitas de barro pintado, cerradas por detrás y con un pequeño cristal en la parte frontal que deja ver el interior, en el que se disponen, abigarradas, escenas que mezclan lo real y lo fantástico. En un mismo escenario podemos ver, por ejemplo, figuras de calacas (calaveras) jugando al baloncesto mientras un mariachi toca en un esquina y un retrato de Frida preside todo el conjunto, con su peculiar mirada y su rictus serio.

El rostro de Frida es a menudo la imagen que vemos de ella en las creaciones artesanas. Es un rostro que sin duda se ha convertido ya en universal. Los marcos de hojalata, creaciones muy típicas de la artesanía más popular que se pueden encontrar en cualquier mercado, también aparecen a menudo decorados con su efigie, lo mismo que los pequeños altarcitos con colgador que se venden en las calles mexicanas.

Sin duda tanto la vida de Frida como su producción artística, marcada por el colorido y las contradicciones, encajan a la perfección con la propia esencia de la artesanía mexicana. Quizás por eso su figura es tan querida y repetida décadas después de su muerte.

Ayer os hablaba de las joyas bereberes, un complemento con siglos de historia que no ha perdido ni un ápice de actualidad, y hoy le toca el turno a los bolsos hechos a mano. En sus diferentes versiones, desde bolsos de mano hasta mochilas de cuero, los bolsos para mujer llevan siglos elaborándose y complementando cualquier estilismo. Si la mochila es el accesorio práctico por excelencia para guardar todo tipo de pertenencias, la bandolera aúna comodidad y originalidad, mientras que el bolso de mano resulta ideal para las ocasiones más elegantes y el bolso de cuero se encuentra entre los preferidos de consumidores de todo el mundo por su carácter natural y su gran resistencia. Frente a él, los bolsos de tela sobresalen por su enorme variedad de tejidos y decoraciones, desde las más sencillas hasta las absolutamente vanguardistas. En los últimos años, los bolsos vintage también reclaman su espacio, como un guiño al pasado y a los estilismos de madres y abuelas.

Todas estas modalidades de bolsos artesanales llevan siglos fabricándose, y se han ido renovando para adaptarse a las nuevas tendencias. Por ejemplo, en uno de mis recientes viajes el norte de Marruecos me compré una mochila de cuero que combinaba la piel con el tejido, creando un contraste muy interesante de inspiración boho chic. De hecho, creo que la artesanía en cuero en general ha conseguido adaptarse muy bien a los nuevos tiempos, y os puedo asegurar que esa mochila de piel marroquí es ya uno de los básicos de mi armario. También soy una enamorada de los bolsos cruzados, por su carácter a medio camino entre el bolso propiamente dicho y la mochila, que los vuelve muy prácticos.

Me fascina contemplar cómo se pueden llegar a hacer bolsos de tela a mano, en modelos de lo más dispares. Siempre que viajo intento acercarme a alguno de los barrios artesanos y ver cómo los maestros del textil creano modelos de bolsos de tela inspirados en las tradiciones locales y los tintes de colores más habituales en su entorno. Creo que son una muestra maravillosa de saber antiquísimo que no debería faltar en ninguna visita turística.

Supongo que sabéis que en origen, el bolso era un producto de índole absolutamente práctica. Se empleaba para cargar pesos, para transportar elementos de un lugar a otro... Seguramente, poco podrían pensar nuestros ancestros prehistóricos que un día los bolsos artesanales de cuero o de tela llegarían a convertirse en productos de absoluta tendencia. Hoy en día resulta imposible imaginarnos salir de casa sin llevarlos como complementos, pues ponen el toque final a cualquier estilismo. Si, además, se trata de piezas hechas a mano, conseguiremos ser auténticamente originales y exclusivas, aportando un elemento que, al tiempo, nos habla de una cultura y de una manera de hacer las cosas única y propia de un determinado colectivo o país. En estos tiempos de globalización, la herencia milenaria de los bolsos hechos a mano puede seguir marcando la diferencia, así que, no dudes en hacerte con uno de ellos.

Marruecos es uno de los países que visito con mayor frecuencia, por eso ya os aviso que cada poco podréis encontrar posts míos sobre él. Me encanta su artesanía y en cada recorrido me traigo algún regalo para mi familia y algún capricho para mí misma. Hoy quiero hablaros de un producto hecho a mano en Marruecos que me fascina, por su toque vintage  y su enorme valor: la joyería bereber. Los bereberes son la población originaria de todo el norte de África, un pueblo antiquísimo que se ha mezclado con cristianos y árabes y con una iconografía propia de lo más singular: cruces, figuras de hombres libres… La joyería, casi siempre hecha en plata, jugaba un papel fundamental en todos sus rituales. Por ejemplo, en las grandes fiestas y en los matrimonios las mujeres acostumbraban a ir vestidas con pesados collares, tocados y pulseras llenos de color, pues esa es sin duda una de las señales distintivas de la artesanía bereber. La mayoría de estas piezas las elaboraban bereberes judíos pues, por si no lo sabíais, había un buen número de hebreos en Marruecos hasta la década de los cincuenta del siglo XX. Cuando la mayor parte de ellos se fueron, muchos a Israel, se llevaron con ellos técnicas y saberes milenarios que en muchos casos ya resulta imposible recuperar. Por eso me parece tan fascinante cuando, rebuscando en algún bazar o tienda de una medina, me encuentro con pendientes y pulseras aparentemente llenos de polvo, pero que atesoran una historia y un valor inigualables. Mi última adquisición han sido, justamente, un par de pendientes de plata delicadamente trabajados, con cuentas en color naranja. Me gusta ponérmelos e imaginar su historia, a quién habrán pertenecido y si habrán formado parte de un ritual de matrimonio o de bautizo. Me encantaría también conocer cómo han llegado a la tienda donde los compré, puesto que estas joyas se transmitían normalmente de madres a hijas como uno de los bienes más preciados de las familias. Eso sí, hay que ser cuidadosos al comprar estas piezas, pues muchos vendedores, conscientes de su gran valor, a menudo intentan hacer pasar por buenas piezas que no son de plata sino de materiales mucho más baratos, o bien nos ponen un precio astrónomico. Observadlas con atención e intentad ser lo más cuidadosas posibles antes de desembolsar vuestro dinero. Si finalmente dais con una auténtica pieza de joyería bereber, estoy segura de que se convertirá en una de vuestras piezas favoritas, pues se trata de un accesorio de una originalidad imposible de igualar.